RELIGIOSIDAD POPULAR EN MEXICO


Las comunidades rurales de ascendencia indígena en México, son herederas de un importante bagaje cultural y religioso de originalidad mesoamericana. En su devenir histórico, a partir de la conquista y colonización, tuvieron que integrar muchos elementos novedosos provenientes de otros contextos culturales y religiosos. En ese proceso, dichas comunidades, lejos de acatar sumisamente los nuevos parámetros impuestos por el grupo hegemónico, activa y creativamente han reformulado y resignificado esos nuevos símbolos, de tal manera que el sincretismo resultante reúne en una nueva vivencia cultural las procedencias, tanto de uno como de otro lado.
Se trata de una forma de entender los fenómenos religiosos sincréticos en México, donde no se aniquila la diversidad inherente al proceso de conformación social de los diferentes rituales. En este sentido es la "Otra historia", la que se origina fuera del centro, lejos del púlpito, en la intimidad de los pueblos, barrios y colonias frente a la dureza de su vida particular y los avatares para abrirse paso en ella. En ese proceso, lo divino se materializa, necesariamente se encarna y se particulariza desde el horizonte cultural local. Esta aproximación implica una cierta apertura a pensar a Dios desde otros horizontes culturales, i.e., re-pensar lo divino desde otras coordenadas culturales.

lunes, 22 de junio de 2015

EXVOTOS: VENTANAS HETERODOXAS A LO SAGRADO


EXVOTOS: VENTANAS HETERODOXAS A LO SAGRADO

 

Alicia María Juárez Becerril

MNA-INAH

Ramiro Alfonso Gómez Arzapalo Dorantes

UIC

 

V COLOQUIO DE COSMOVISIONES INDÍGENAS

25 al 28 de mayo de 2015

 

 

El exvoto es una expresión religiosa de devoción popular. En este sentido, un exvoto es un acto de devoción personal, realizado para ser visto por los demás. Tiene por objetivo comunicar a otros fieles cómo la intervención sobrenatural favoreció a una persona; representa la relación privilegiada que unió a ésta con Cristo, la Virgen o algún santo (Luque y Beltrán 2000: 39). La persona devota lo lleva a la iglesia o lo mantiene en su ámbito de vida cotidiana, como un altar casero, pero en todo caso se valora como testimonio fehaciente de agradecimiento a un santo, a Cristo o a la virgen por un favor recibido, lo cual es interpretado por los creyentes como un verdadero milagro. Pintado por el propio devoto, o bien, por un artista que ofrece sus servicios, la imaginería mexicana del exvoto definitivamente introduce al espectador no sólo a la perspectiva de la religión popular como espacio simbólico significativo pero abstracto, sino también mete a la ordinariedad de la vida cotidiana de las clases populares. Así, en el breve espacio del exvoto, generalmente pintado sobre lámina, madera, cartón u otro material de fácil acceso, se describe la situación de marginalidad y la difícil situación económica. Se convierten así estas expresiones devocionales en verdaderos textos de la concepción de lo sagrado en estos sectores sociales.

 

El exvoto es una de las manifestaciones más interesantes de la religiosidad popular. Su ámbito de influencia se mantiene fuera de la religión oficial, aunque en ocasiones estas formas de devoción sean toleradas e, incluso, fomentadas por algunas autoridades eclesiásticas. Infringiendo el control de la Iglesia, el pueblo asimila lo que puede de los dogmas, y crea un vínculo personal con la divinidad, que nutre con sus aflicciones, fruto de la soledad y la desesperanza en que vive. La relación entre el devoto y los intercesores celestiales se va forjando en la medida que el suplicante ofrece oraciones, promesas, votos, sacrificios e, incluso, amenazas y castigos, a cambio de un favor divino. Los exvotos constituyen la parte palpable de esta relación, pues manifiestan públicamente la gratitud del beneficiado y acrecientan la reputación de la persona santa como una entidad dadivosa. (Fraser 2000: 14).

 

Ubicamos estas expresiones plásticas de los exvotos en un contexto de manifestaciones religiosas populares, pues son expresiones cúlticas que privilegian una relación directa entre el personaje sagrado y el ser humano individual, por lo que la intervención clerical es totalmente prescindible, limitada a veces a un contexto marginal dentro del retablo ofrendado, pero sin jugar un papel relevante en esta concepción de relación con lo sagrado. Además, como bien señala Solange Alberro, la representación de la imagen y las creencias de sus devotos no siempre son ortodoxos, lo que produce procesos sincréticos incontrolables por parte de la jerarquía eclesiástica. El retablo, pues, llega a ocupar un espacio físico en iglesias, capillas y altares domésticos y en un espacio mental, espiritual y afectivo en los creyentes, espacio que la Iglesia es incapaz de vigilar estrechamente y más aún de ocupar para el beneficio exclusivo de la ortodoxia católica. (Alberro 2000: 13).

 

No se trata entonces de ofrecer una explicación desde el ámbito meramente piadoso-devocional, sino que pretendemos una posibilidad de interpretación del abigarrado proceso social en que surgen estas expresiones cúlticas, lo cual requiere ser comprendido desde la interconexión de sus partes, por eso, se hace indispensable considerar la lógica interna que articula los componentes que integran dichos fenómenos, de lo contrario, parcializaríamos un proceso social históricamente conformado, cuya riqueza está en el conjunto y la interacción que guardan sus partes constitutivas. Se requiere, pues, de un concepto dinámico que permita el juego interactuante de otros conceptos que ayuden a dar cuenta del fenómeno observado, tal es la cualidad que se quiere acuñar en el concepto de “religión popular”, el cual intenta amalgamar conceptos relacionados tales como: sincretismo, hegemonía, contrahegemonía, poder, cosmovisión, identidad, reproducción cultural, relación dialéctica, etc.

            La religión, para los sectores populares, es algo vital, no es una excentricidad. Tiene que ver con el apoyo que se requiere en el ámbito material para la subsistencia en esta realidad inmanente. Así, los fines perseguidos dentro de las expresiones religiosas populares no se sitúan en el campo escatológico, sino en esta realidad tangible que demanda satisfactores inmediatos y continuos.

            En el tema específico de los exvotos, se adecúan a lo expresado anteriormente las palabras de Alberro:

 

Así, el milagro popular celebrado en el retablo consiste, ante todo, en salvaguardar o restablecer la integridad física o los bienes materiales del devoto agradecido. En él, muy pocas veces encontramos una acción de gracias por el hecho de haber resistido una tentación –salvando con ello el alma- o por haber logrado una “buena muerte” al recibir el consuelo de los sacramentos en los últimos instantes. Lejos de atañer a la vida eterna y a lo trascendente, el milagro popular contribuye a hacer llevadera la existencia terrenal, a veces en sus dimensiones más triviales. La presencia inmanente, cotidiana y existencial de lo sobrenatural, manifestada a través de la intervención de la fatalidad, el Mal y luego de los santos, constituye quizá lo esencial de la experiencia religiosa popular. (Alberro 2000: 20).

 

            Siguiendo este orden de ideas, es comprensible que la religión popular se caracterice frente a su contraparte como una expresión religiosa de la inmanencia, una religión de la vida diaria y de los problemas concretos, como la salud, el temporal, la cosecha, la prosperidad material, etc. Por esto, en este tipo de estructura religiosa, las respuestas acerca de la vida y la resolución de problemas concretos, alcanzan su máximo grado de resonancia.

Así, los exvotos son expresiones materializadas de una forma de relación con lo divino desde la particularidad del individuo que directamente considera en su historia que lo sagrado ha irrumpido en un hecho concreto, conviene recordar las palabras que expresara Diego Rivera en relación con estas obras plásticas, muy a su estilo combativo y visceral desde los ideales socialistas, pero que conservan vigencia en cuanto a la referencia como expresiones populares:

 

Lo más intenso del espíritu popular se expresa en estas pinturas, con una técnica pura, intensa, aguda, a veces infantil, casi siempre de una ciencia de oficio sencilla e infinita, porque son los pintores humildes, los nobles pintores de puertas, los que las hacen para que no muramos de asco con la producción que nos regalan los excelsos artistas de academias adocenadas, libres escuelas o geniales autoformaciones. […]

Combatido, perseguido, agobiado bajo la carga terrible de una numerosa burguesía improductiva y parasitaria extrangerizada y enemiga mortal de él […] el pueblo mexicano cree en los milagros, sólo cree en el milagro, y el conocimiento sereno de la realidad, es decir, el retrato fiel, “el verdadero retrato”. Tal es la pintura mexicana con su plástica y su oficio amasados por, con, y dentro de este espíritu; pero entendámonos bien: fiel, verdadero, no servil RETRATO, no COPIA, no IMITACIÓN, porque lo que domina tanto cuando se trata de la imagen de una persona como cuando es el asunto, motivo de plástica, el verdadero retrato de un milagro, es el superrealismo, algo que se podría llamar por algunos sobrenatural si no fuera el ánima de esta pintura mexicana la conciencia profunda de una realidad suprasensible, común a todo el universo y esencia de la naturaleza que hace familiares los hechos milagrosos y vuelve milagrosos los hechos cotidianos, haciendo posible la supervivencia y el advenimiento de la futura era de justicia para este pueblo indio-mexicano […]. (Rivera 1989: 483-484).

 

En este mismo sentido, Gloria Fraser nos ofrece un buen acercamiento desde la descripción meramente artística del retablo:

 

La perspectiva en estas pinturas es prácticamente inexistente o está mal entendida; los puntos de fuga son confusos y el tamaño de las figuras responde a una escala hierática. La proporción y la anatomía no siguen una convención realista; las figuras están dispuestas de tal forma que el drama pueda magnificarse o el milagro quede claramente representado. Libres de los dictados oficiales del mundo académico, miles de pintores de exvotos han creado, en los últimos 200 años, un género admirado por su libertad e ingenuidad, que ha servido de inspiración a varios artistas mexicanos del s. XX. A veces resulta sorprendente el ingenioso modo en que son usados el diseño y la composición para lograr la descripción visual tanto de las penas terrenales como de la intervención divina. Anónimos casi todos, los retableros reprimen su ego para que el exvoto se convierta en una auténtica aseveración de fe del donante. Aunque hay exvotos que han sido pintados de antemano, con súplicas generalizadas o comunes y la imagen milagrosa local dispuesta en su lugar, simplemente esperando una inscripción para personalizarlos, muchos parecen haber sido esfuerzos de cooperación entre el pintor y el cliente. Entre ambos determinan el número de personas involucradas y los detalles exactos del incidente. Una vez satisfechos con la escena, el exvoto es llevado a la iglesia para ser presentado al lado de otros miles. (Fraser 2000: 18).

 

En la base de la pirámide social, el sujeto necesita de un milagro para seguir viviendo. Explotado, malpagado o desempleado, vive de milagro y poder seguir viviendo es ya un milagro que se expresa en la exaltación de los acontecimientos ordinarios y rutinarios que en determinadas ocasiones, y bajo ciertas circunstancias, se transforman en hierofanías de lo cotidiano, en irrupciones de lo sagrado en los abismos de lo profano, captadas por una sensibilidad especial de los sectores populares que valoran esos momentos “especiales” como pruebas incuestionables de que la divinidad no los ha abandonado. En este sentido bien apunta Olimón Nolasco:

 

Todo ser humano, aún el más sedentario, es un peregrino y como una peregrinación va desarrollándose su vida. El creyente sufre, se alegra y se apasiona tanto como el no creyente; pero el primero se hace acompañar de alguien que le ilumina y le da la mano. De ahí que su dolorosa peregrinación – compartida con el sacrificio de Cristo, con el consuelo materno de María o con la vida gloriosa de los santos- realice la hazaña de integrar lazos que superan las barreras del tiempo y del espacio profanos. (Olimón Nolasco 2000: 66).

 


Referencias bibliográficas

ALBERRO, Solange

2000 “Retablos y religiosidad popular en el México del s. XIX” en Retablos y exvotos, Museo Franz Mayer- Artes de México, México, pp. 8-31.

 

FRASER GIFFORDS, Gloria

2000 “El arte de la devoción” en: Exvotos, Artes de México, num. 53, CONACULTA, México, pp. 8-23.

 

LUQUE AGRAZ, Elin y BELTRÁN, Michele

2000 “Imágenes poderosas: exvotos mexicanos” en Retablos y exvotos, Museo Franz Mayer- Artes de México, México, pp. 32-53.

 

OLIMÓN NOLASCO, Manuel

2000 “Luces en el desierto. Predicación de las órdenes religiosas y arte del retablo mexicano” en Retablos y exvotos, Museo Franz Mayer- Artes de México, México, pp. 54-68.

 

RIVERA, Diego

1989 “Verdadera, actual y única expresión pictórica del pueblo mexicano” en Irene Vázquez Valle (comp.), La cultura popular vista por las élites (Antología de artículos publicados entre 1920 y 1952), UNAM, México, pp. 481-484).