EXVOTOS:
VENTANAS HETERODOXAS A LO SAGRADO
Alicia María Juárez
Becerril
MNA-INAH
Ramiro Alfonso Gómez
Arzapalo Dorantes
UIC
V COLOQUIO DE COSMOVISIONES
INDÍGENAS
25 al 28 de mayo de 2015
El exvoto
es una expresión religiosa de devoción popular. En este sentido, un exvoto es un acto de devoción personal,
realizado para ser visto por los demás. Tiene por objetivo comunicar a otros
fieles cómo la intervención sobrenatural favoreció a una persona; representa la
relación privilegiada que unió a ésta con Cristo, la Virgen o algún santo
(Luque y Beltrán 2000: 39). La persona devota lo lleva a la iglesia o lo
mantiene en su ámbito de vida cotidiana, como un altar casero, pero en todo
caso se valora como testimonio fehaciente de agradecimiento a un santo, a Cristo
o a la virgen por un favor recibido, lo cual es interpretado por los creyentes
como un verdadero milagro. Pintado por el propio devoto, o bien, por un artista
que ofrece sus servicios, la imaginería mexicana del exvoto definitivamente introduce al espectador no sólo a la perspectiva
de la religión popular como espacio simbólico significativo pero abstracto,
sino también mete a la ordinariedad de la vida cotidiana de las clases
populares. Así, en el breve espacio del exvoto,
generalmente pintado sobre lámina, madera, cartón u otro material de fácil
acceso, se describe la situación de marginalidad y la difícil situación
económica. Se convierten así estas expresiones devocionales en verdaderos
textos de la concepción de lo sagrado en estos sectores sociales.
El exvoto
es una de las manifestaciones más interesantes de la religiosidad popular. Su
ámbito de influencia se mantiene fuera de la religión oficial, aunque en
ocasiones estas formas de devoción sean toleradas e, incluso, fomentadas por
algunas autoridades eclesiásticas. Infringiendo el control de la Iglesia, el
pueblo asimila lo que puede de los dogmas, y crea un vínculo personal con la
divinidad, que nutre con sus aflicciones, fruto de la soledad y la desesperanza
en que vive. La relación entre el devoto y los intercesores celestiales se va
forjando en la medida que el suplicante ofrece oraciones, promesas, votos,
sacrificios e, incluso, amenazas y castigos, a cambio de un favor divino. Los
exvotos constituyen la parte palpable de esta relación, pues manifiestan
públicamente la gratitud del beneficiado y acrecientan la reputación de la
persona santa como una entidad dadivosa. (Fraser 2000: 14).
Ubicamos estas expresiones
plásticas de los exvotos en un
contexto de manifestaciones religiosas populares, pues son expresiones cúlticas
que privilegian una relación directa entre el personaje sagrado y el ser humano
individual, por lo que la intervención clerical es totalmente prescindible,
limitada a veces a un contexto marginal dentro del retablo ofrendado, pero sin
jugar un papel relevante en esta concepción de relación con lo sagrado. Además,
como bien señala Solange Alberro, la
representación de la imagen y las creencias de sus devotos no siempre son
ortodoxos, lo que produce procesos sincréticos incontrolables por parte de la
jerarquía eclesiástica. El retablo, pues, llega a ocupar un espacio físico en
iglesias, capillas y altares domésticos y en un espacio mental, espiritual y
afectivo en los creyentes, espacio que la Iglesia es incapaz de vigilar
estrechamente y más aún de ocupar para el beneficio exclusivo de la ortodoxia
católica. (Alberro 2000: 13).
No se trata entonces de
ofrecer una explicación desde el ámbito meramente piadoso-devocional, sino que
pretendemos una posibilidad de interpretación del abigarrado proceso social en
que surgen estas expresiones cúlticas, lo cual requiere ser comprendido desde
la interconexión de sus partes, por eso, se hace indispensable considerar la
lógica interna que articula los componentes que integran dichos fenómenos, de
lo contrario, parcializaríamos un proceso social históricamente conformado,
cuya riqueza está en el conjunto y la interacción que guardan sus partes
constitutivas. Se requiere, pues, de un concepto dinámico que permita el juego
interactuante de otros conceptos que ayuden a dar cuenta del fenómeno
observado, tal es la cualidad que se quiere acuñar en el concepto de “religión
popular”, el cual intenta amalgamar conceptos relacionados tales como:
sincretismo, hegemonía, contrahegemonía, poder, cosmovisión, identidad,
reproducción cultural, relación dialéctica, etc.
La
religión, para los sectores populares, es algo vital, no es una excentricidad.
Tiene que ver con el apoyo que se requiere en el ámbito material para la
subsistencia en esta realidad inmanente. Así, los fines perseguidos dentro de
las expresiones religiosas populares no se sitúan en el campo escatológico,
sino en esta realidad tangible que demanda satisfactores inmediatos y
continuos.
En el tema específico de los
exvotos, se adecúan a lo expresado anteriormente las palabras de Alberro:
Así,
el milagro popular celebrado en el retablo consiste, ante todo, en salvaguardar
o restablecer la integridad física o los bienes materiales del devoto
agradecido. En él, muy pocas veces encontramos una acción de gracias por el
hecho de haber resistido una tentación –salvando con ello el alma- o por haber
logrado una “buena muerte” al recibir el consuelo de los sacramentos en los
últimos instantes. Lejos de atañer a la vida eterna y a lo trascendente, el milagro
popular contribuye a hacer llevadera la existencia terrenal, a veces en sus
dimensiones más triviales. La presencia inmanente, cotidiana y existencial de
lo sobrenatural, manifestada a través de la intervención de la fatalidad, el
Mal y luego de los santos, constituye quizá lo esencial de la experiencia
religiosa popular. (Alberro 2000: 20).
Siguiendo
este orden de ideas, es comprensible que la religión popular se caracterice
frente a su contraparte como una expresión religiosa de la inmanencia, una religión
de la vida diaria y de los problemas concretos, como la salud, el temporal, la
cosecha, la prosperidad material, etc. Por esto, en este tipo de estructura
religiosa, las respuestas acerca de la vida y la resolución de problemas
concretos, alcanzan su máximo grado de resonancia.
Así, los exvotos son
expresiones materializadas de una forma de relación con lo divino desde la
particularidad del individuo que directamente considera en su historia que lo
sagrado ha irrumpido en un hecho concreto, conviene recordar las palabras que
expresara Diego Rivera en relación con estas obras plásticas, muy a su estilo
combativo y visceral desde los ideales socialistas, pero que conservan vigencia
en cuanto a la referencia como expresiones populares:
Lo más intenso del espíritu popular se
expresa en estas pinturas, con una técnica pura, intensa, aguda, a veces
infantil, casi siempre de una ciencia de oficio sencilla e infinita, porque son
los pintores humildes, los nobles pintores de puertas, los que las hacen para que
no muramos de asco con la producción que nos regalan los excelsos artistas de
academias adocenadas, libres escuelas o geniales autoformaciones. […]
Combatido, perseguido, agobiado bajo
la carga terrible de una numerosa burguesía improductiva y parasitaria
extrangerizada y enemiga mortal de él […] el pueblo mexicano cree en los
milagros, sólo cree en el milagro, y el conocimiento sereno de la realidad, es
decir, el retrato fiel, “el verdadero retrato”. Tal es la pintura mexicana con
su plástica y su oficio amasados por, con, y dentro de este espíritu; pero
entendámonos bien: fiel, verdadero, no servil RETRATO, no COPIA, no IMITACIÓN,
porque lo que domina tanto cuando se trata de la imagen de una persona como
cuando es el asunto, motivo de plástica, el verdadero retrato de un milagro, es
el superrealismo, algo que se podría llamar por algunos sobrenatural si no
fuera el ánima de esta pintura mexicana la conciencia profunda de una realidad
suprasensible, común a todo el universo y esencia de la naturaleza que hace
familiares los hechos milagrosos y vuelve milagrosos los hechos cotidianos,
haciendo posible la supervivencia y el advenimiento de la futura era de
justicia para este pueblo indio-mexicano […]. (Rivera 1989: 483-484).
En este
mismo sentido, Gloria Fraser nos ofrece un buen acercamiento desde la
descripción meramente artística del retablo:
La
perspectiva en estas pinturas es prácticamente inexistente o está mal
entendida; los puntos de fuga son confusos y el tamaño de las figuras responde
a una escala hierática. La proporción y la anatomía no siguen una convención
realista; las figuras están dispuestas de tal forma que el drama pueda
magnificarse o el milagro quede claramente representado. Libres de los dictados
oficiales del mundo académico, miles de pintores de exvotos han creado, en los
últimos 200 años, un género admirado por su libertad e ingenuidad, que ha
servido de inspiración a varios artistas mexicanos del s. XX. A veces resulta
sorprendente el ingenioso modo en que son usados el diseño y la composición
para lograr la descripción visual tanto de las penas terrenales como de la
intervención divina. Anónimos casi todos, los retableros reprimen su ego para
que el exvoto se convierta en una auténtica aseveración de fe del donante.
Aunque hay exvotos que han sido pintados de antemano, con súplicas
generalizadas o comunes y la imagen milagrosa local dispuesta en su lugar,
simplemente esperando una inscripción para personalizarlos, muchos parecen
haber sido esfuerzos de cooperación entre el pintor y el cliente. Entre ambos
determinan el número de personas involucradas y los detalles exactos del
incidente. Una vez satisfechos con la escena, el exvoto es llevado a la iglesia
para ser presentado al lado de otros miles. (Fraser 2000: 18).
En la
base de la pirámide social, el sujeto necesita de un milagro para seguir
viviendo. Explotado, malpagado o desempleado, vive de milagro y poder seguir
viviendo es ya un milagro que se expresa en la exaltación de los
acontecimientos ordinarios y rutinarios que en determinadas ocasiones, y bajo
ciertas circunstancias, se transforman en hierofanías de lo cotidiano, en
irrupciones de lo sagrado en los abismos de lo profano, captadas por una
sensibilidad especial de los sectores populares que valoran esos momentos
“especiales” como pruebas incuestionables de que la divinidad no los ha
abandonado. En este sentido bien apunta Olimón Nolasco:
Todo ser
humano, aún el más sedentario, es un peregrino y como una peregrinación va
desarrollándose su vida. El creyente sufre, se alegra y se apasiona tanto como
el no creyente; pero el primero se hace acompañar de alguien que le ilumina y
le da la mano. De ahí que su dolorosa peregrinación – compartida con el
sacrificio de Cristo, con el consuelo materno de María o con la vida gloriosa de
los santos- realice la hazaña de integrar lazos que superan las barreras del
tiempo y del espacio profanos. (Olimón Nolasco 2000: 66).
Referencias
bibliográficas
ALBERRO, Solange
2000 “Retablos y religiosidad popular en el
México del s. XIX” en Retablos y exvotos,
Museo Franz Mayer- Artes de México, México, pp. 8-31.
FRASER GIFFORDS, Gloria
2000 “El arte de la devoción” en: Exvotos, Artes de México, num. 53,
CONACULTA, México, pp. 8-23.
LUQUE
AGRAZ, Elin y BELTRÁN, Michele
2000 “Imágenes poderosas: exvotos mexicanos”
en Retablos y exvotos, Museo Franz
Mayer- Artes de México, México, pp. 32-53.
OLIMÓN NOLASCO, Manuel
2000 “Luces en el desierto. Predicación de
las órdenes religiosas y arte del retablo mexicano” en Retablos y exvotos, Museo Franz Mayer- Artes de México, México, pp.
54-68.
RIVERA, Diego
1989 “Verdadera, actual y única expresión
pictórica del pueblo mexicano” en Irene Vázquez Valle (comp.), La cultura popular vista por las élites
(Antología de artículos publicados entre 1920 y 1952), UNAM, México, pp. 481-484).