I
Congreso de etnografía de la religión: santuarios y peregrinaciones
Simposio:
EL
CULTO A LOS CRISTOS DESDE
LA
COSMOVISIÓN INDÍGENA MESOAMERICANA
BUAP
13-15
de noviembre de 2013
Los Cristos de los santuarios de Chalma,
Amecameca, Mazatepec y Tepalcingo:
jerarquías sagradas en movimiento
Ramiro Alfonso Gómez
Arzapalo Dorantes
Universidad
Intercontinental (UIC)
Introducción
Las
imágenes de los santos en las comunidades campesinas de origen indígena en
México, fueron reinterpretadas de acuerdo a la cosmovisión propia de los
pueblos donde se implantaron, alejándose considerablemente de la explicación
piadosa del clero para ser adoptados como entidades sagradas cuyas funciones
específicas corresponden a las necesidades históricas concretas de los hombres que
les rinden culto, incorporándose con otras personalidades de carácter
igualmente sagrado que definitivamente no provienen de la explicación
cristiana, sino que corresponden a una concepción mesoamericana (Cfr. Juárez Becerril 2009 a y b, 2010 a
y b, 2013; Suzan Morales 2008, 2009 y 2013). Dicha adaptación o reformulación de los
santos, no opera exclusivamente a nivel de un pueblo en particular, sino que es
una constante en un conglomerado de numerosos pueblos que se engarzan en una
región, auspiciando –en cierta medida- sus relaciones sociales en la figura de
los santos y las amistades y parentescos que éstos tienen entre sí, y la
movilidad que ello conlleva, con las peregrinaciones, procesiones y demandas (Cfr. Gómez Arzapalo 2009, 2012, 2013). Así pues destacamos la
interrelación entre pueblos de una región que se auspicia bajo la figura o
tutela de los santos en la dinámica de la religiosidad popular (Cfr. Giménez 1978; Escamilla Udave 2008,
2009, 2012, 2013; Padrón Herrera 2009, 2011 y 2013; Hernández Soc 2010, 2011,
2013). En esta ponencia concretamente los puntos que proponemos como límite,
son los santuarios de Chalma y Amecameca en el estado de México, y los de
Mazatepec y Tepalcingo en Morelos, refiriéndonos preferentemente a los cuatro
Cristos que presiden dichos santuarios, sus jerarquías, obligaciones recíprocas
y visitas que se deben unos a otros, donde el pueblo se convierte en mero
acompañante del protagonista principal que es el Cristo presente en la imagen
tangible (Cfr. Gómez Arzapalo 2007). Las fiestas más
representativas de la región quedan comprendidas en el ciclo de cuaresma y
semana santa. Ya Bonfil Batalla en su escrito Introducción al Ciclo de
Ferias de Cuaresma en la región de Cuautla (1971) proponía este título precisamente porque Cuautla
quedaba al centro geográfico del grupo de pueblos que registró en el ciclo de
cuaresma. Después de aproximarme a esta región (entre el 2004 y 2007) y hacer
el mismo recorrido que en su momento hizo Batalla, pude registrar muchos más
pueblos que entran en este ciclo de ferias y que complican mucho más la red de
interrelaciones al interior de esta región. Así pues, he preferido – como
señalé renglones arriba- tomar como línea conductora de esta ponencia la
interrelación entre pueblos de una región que se auspicia bajo la figura o
tutela de los santos en la dinámica de la religiosidad popular, tratando de
destacar la interrelación entre los pueblos que se ven involucrados en un ciclo
anual de celebraciones rituales que motiva el intercambio económico a través de
las ferias, favorece la creación de un proceso identitario que supera el pueblo
singular y propicia la creación de lazos sociales entre pueblos distantes. En
este proceso los santuarios funcionan como referentes indispensables. A pesar de las implicaciones políticas,
económicas y sociales que este complicado proceso pueda tener, el pretexto para
echar andar su engranaje, es el ritual, y los personajes principales pertenecen
al plano de lo sagrado, y son los santos católicos (Cfr. Báez-Jorge 2013 a y b), los cuales, una vez observados dentro de las celebraciones, y
considerando el uso que se hace de ellos, de acuerdo a los poderes que se les
otorgan, de católicos no les queda sino el nombre.
Fiestas
en derredor de los santos en interacción regional
Estos cuatro santuarios marcan
imaginariamente un cuadrante donde, los pueblos que se ubican en el mismo,
intervienen en una compleja organización de fiestas y ferias en derredor de sus
santos –durante la cuaresma- que los engarza de muy diversas maneras con sus
vecinos, en una dinámica social que articula a toda la región, donde –de manera
muy especial- estos cuatro santuarios funcionan como referentes especiales, y
sus santos, parecen estar en una posición jerárquica mayor, por todos
reconocida. Como ejemplo que ilustre lo anterior, podemos mencionar –en
Morelos- la población de Atlatlauhcan, que venera al Señor de Tepalcingo,
importado tal cual, y cuya fiesta es más importante que la del santo patrono
San Mateo. En Amayucan, se venera al Señor del Pueblo, que sostienen es gemelo
del Jesús Nazareno de Tepalcingo, la fiesta de ambos es el cuarto viernes de
cuaresma, y aunque en Amayucan lo celebran, dejan sin actividades propias los
momentos que coinciden con las principales celebraciones de Tepalcingo, para
que puedan asistir con el Señor de Tepalcingo, aunque desatiendan por un
momento a su Señor del pueblo. En el mismo orden de ideas, en el estado de
México, podemos mencionar el caso de Amecameca, que antes de iniciar el ciclo
de ferias de cuaresma, los mayordomos del Sacromonte asisten un miércoles antes
del miércoles de ceniza a Chalma, y regresan directamente a organizar el
carnaval del miércoles de ceniza en honor del Señor del Sacromonte de
Amecameca. En estos casos –y otros similares- no hay una reciprocidad debida
por el santo del santuario en relación a quien lo visita. Chalma, Amecameca,
Tepalcingo y Mazatepec, reciben, pero nunca “devuelven” la visita, actividad
muy común entre los demás pueblos con sus santos.
Fiesta de carnaval en Chalma y Amecameca
Aunque no todas las
comunidades involucradas en este ciclo de ferias coincide en reconocer a Chalma
como el inicio del mismo, sí es por todos aceptado que a Amecameca le
corresponde la apertura del ciclo de ferias con el primer viernes de cuaresma.
Ahora bien, Amecameca –junto con Ocuilan, ambos en el Estado de México-,
reconocen previo a la apertura del ciclo en Amecameca, con la celebración del
primer viernes, la importancia ritual de la presencia en Chalma en preparación
a esa primer fiesta del ciclo. El miércoles previo al miércoles de ceniza,
también conocido como miércoles de carnaval, los mayordomos de Amecameca
encargados de la feria del primer viernes, acuden en peregrinación al santuario
de Chalma, donde le piden al Cristo que todo salga bien en la celebración a su
cargo. Portan una imagen “peregrina” del Señor del Sacromonte. Actualmente se
puede realizar el trayecto en vehículos,
hasta una cierta distancia, desde donde se continua a pie[1]. No se trata de una
peregrinación multitudinaria, es más bien discreta, pues es de carácter
privado, se trata de un asunto entre mayordomos, sus familias y demás
colaboradores. El motivo es invariablemente pedir al Señor de Chalma por el
éxito de la celebración de la feria, el Señor del Sacromonte “visita” al Señor
de Chalma y “oye misa” en el santuario.
Una
vez que los mayordomos del Sacromonte han regresado a Amecameca, la celebración
siguiente es la correspondiente al miércoles de ceniza –o miércoles de
carnaval- , en la cual se realiza “la bajada” del Señor del Sacromonte, de su
lugar en la “cuevita” a la parroquia, donde permanecerá toda la cuaresma, hasta
pasada la semana santa, cuando se le regresará a su lugar en la iglesia
construida en el cerro, con una ceremonia que -en contraposición a “la bajada”-
se le conoce como “la subida”.
“La
bajada” es organizada por los mayordomos del Señor del Sacromonte que coordinan
a los encargados de las “demandas” que llegan el miércoles de ceniza por la
tarde, para participar en “la bajada” durante la noche, hasta el amanecer. Las
principales demandas llegan de Milpa
Alta, Iztapalapa y Texcoco, además de muchas otras de menor volumen de
diferentes poblaciones del estado de México y Morelos preferentemente. El
trayecto por las calles que recorrerá la urna del Sacromonte es adornado con
papel o plástico picado, altares en las calles, donde el Señor del Sacromonte
hará una “parada” mientras se reza y se canta. Además la mayoría de las casas
que quedan en el recorrido, adornan de una u otra forma sus fachadas, ya sea
con banderitas de papel de china de colores, o ramas verdes de árboles, cadenas
de papel crepé, o con altares fuera de su entrada o dentro de su patio, con las
puertas abiertas de par en par. Como ya se había mencionado, la imagen del
Señor del Sacromonte llegará hasta la parroquia, donde permanecerá hasta un
viernes después del viernes santo (“la octava del viernes mayor”), fecha en que
se realiza “la subida”, de regreso a su iglesia en el cerro del Sacromonte. La
principal diferencia en esta segunda ocasión, es que las demandas de otros
lugares ya no participan, siendo una celebración más modesta y local,
organizada también por los mayordomos del Sacromonte, pero con más trabajo,
pues no cuentan con el apoyo de los encargados de las demandas foráneas. Es
importante resaltar que la imagen del Señor del Sacromonte, es un Cristo
movible, que se utiliza para el vía crucis del viernes santo, culminando con la crucifixión. La
celebración de “la bajada”, las ferias del primero y sexto viernes de cuaresma,
el viernes santo y viernes de octava, forman un ciclo ritual donde la figura
central es el Señor del Sacromonte, y alrededor de él se organizan las demás
actividades.
Regresando nuestra atención a Chalma, allí se
celebra también el miércoles de carnaval, pero no pasa de ser exclusivamente
ese día, es decir, allí no hay celebración del primer viernes, a diferencia de
Amecameca. Lo que se realiza en el santuario durante ese día es la “visita” al
Señor de Chalma. Por parte de los encargados del santuario, no hay actividades
programadas al estilo de una fiesta organizada por cargos específicos y con
carteles que anuncian fechas y actividades, etc., sino que las personas de
otras comunidades acuden en grupos, unos pequeños, otros grandes, a realizar la
visita al Cristo con ocasión del carnaval. Destacan, por su número e
importancia, las visitas de Amecameca y de Ocuilan, ambos en el estado de
México. Con respecto al primero, ya se ha tratado más arriba. En relación a
Ocuilan, aún cuando participan en el ciclo de ferias de cuaresma, y reconocen
que Amecameca es el que abre el ciclo con el primer viernes o viernes de
carnaval, prefieren acudir e iniciar el ciclo en Chalma, con una peregrinación,
más o menos numerosa, que sale al santuario el miércoles de ceniza por la mañana. Llevan una
imagen del Cristo del Calvario, cantan, rezan, comen y beben durante el
trayecto, y al llegar acuden a misa en el santuario, pasan el día completo en
las inmediaciones del mismo y al atardecer regresan a Ocuilan.
Primer Viernes de Cuaresma: Amecameca, Mex.
Para la celebración
del primer viernes en Amecameca, el ambiente de fiesta ya se ha venido
fraguando desde dos días antes: el miércoles de ceniza con “la bajada”. En
cuanto a la fisionomía del lugar, pueden notarse ciertos cambios en las calles
aledañas al centro que se llenan de puestos de artesanías de barro, ropa,
comida y piratería, pero en lo que toca al centro mismo, es decir, la parroquia
y sus alrededores, no se percibe un gran cambio con el tiempo ordinario, pues
está tan lleno de comerciantes como siempre, tal vez la única diferencia es que continuamente
deambulan entre la multitud comerciantes foráneos que ofrecen chocolate de
Puebla, o productos del campo, como pepitas, tequesquite, etc., además de que
en la explanada, donde de ordinario hay comercio ambulante, éstos han cedido el
lugar a los juegos mecánicos. Donde sí
es evidente la transformación es en el cerrito donde está la iglesia del Señor
del Sacromonte, allí todo se encuentra saturado, el camino que lleva hacia la
capilla, se vuelve difícilmente transitable, pues a ambos lados se satura de
puestos de artículos religiosos y comida. En los artículos religiosos se pueden
encontrar dibujos y fotografías del
Señor del Sacromonte en todos tamaños, y lo más interesante, con la imagen
vestida en una diversidad de atuendos que resulta impresionante. Aún cuando el
Señor del Sacromonte se encuentra ya en esta fecha en la parroquia, los
visitantes consideran una visita obligada a la iglesia del Señor del Sacromonte
–aunque éste no esté en casa-.
En la parroquia, el
centro de atención es el Señor del Sacromonte, colocado hasta adelante del
templo, del lado izquierdo. La fila para poder verlo, tocar su urna y
persignarse, o llorar un rato frente a él, no tiene fin. No importa la actividad
que se esté realizando en el templo, ya sea misa o mañanitas o rosario, la fila
es continua y nadie parece desesperarse en la hora u hora y media de paciente
espera para poder acceder a la obscura imagen. La mayoría de las personas lleva
en sus manos la imagen de este santo, proporcionada por los mayordomos después
de dar una aportación económica, una vez que llegan frente al ataúd de cristal
frotan en el vidrio la estampa, la besan y
la guardan devotamente
Tercer Viernes de Cuaresma: Tepalcingo, Mor.
En Tepalcingo,
Mor., se encuentra el santuario del Señor de Tepalcingo, el cual es también
llamado, Jesús Nazareno. Se trata de un Cristo con la cruz a cuestas, caído,
apoyándose con una mano en el suelo, y con una cuerda en el cuello. De acuerdo
a un lienzo dentro del santuario, la Cofradía de Jesús Nazareno en Tepalcingo
se fundó en 1681. Bonfil Batalla, cita
una relación de Cuernavaca de 1743, donde ya se hace alusión a esta fiesta al
señalar:
En este
partido y pueblo de tepalsingo, ay una imagen de Cristo nuestro Señor, que se
venera por santuario de cuia efigie reciben los que le visitan y le claman,
infinitos beneficios. Celebranle su fiesta el dia de la santa cruz y el tercero
viernes de quaresma una solemnisima
procesion con tal concurrencia, que suelen padecer algunas criaturas ogarse en
la iglesia y por lo mismo cuesta mucho trabajo entrar y salir en ellas. Son
copiosas las limosnas que se recogen para las misas y ornato de dicha santa
imagen.
(“Relación de
Cuernavaca” (1743), Boletín Oficial y
Revista Eclesiástica del Obispado de Cuernavaca, año X, núms. 23 y 24,
1909; citado por: Guillermo Bonfil Batalla, 1971, p. 174).
La
feria de Tepalcingo es una de las mayores del ciclo, probablemente la mayor de
todas. En esos días todo gira alrededor del santuario del Señor de Tepalcingo,
sus inmediaciones quedan abarrotadas de los juegos mecánicos e innumerables
puestos que se disponen en largas filas, uno tras otro, tan pegados unos con
otros que una vez encarrilándose en ese río humano, es imposible salirse hasta
llegar al santuario. Las calles se ven invadidas por los puestos de artesanías,
comidas, productos del campo, artículos de uso doméstico, artículos religiosos,
etc. La gente fluye lentamente por las calles dispuestas con cuatro hileras de
puestos, dos en los extremos y dos al centro de la misma, espalda con espalda,
creando dos corredores, uno de ida y uno de vuelta, donde a duras penas caben
dos personas hombro con hombro, en ese reducido espacio, pasan sorteando a los
devotos los vendedores ambulantes con sus canastas. El trayecto de 6 calles que
va de la iglesia de San Martín al santuario, que puede recorrerse en 5 minutos
en tiempo ordinario, se torna en una penosa y sofocante lucha por avanzar no
menor a una hora.
Una
vez que se llega al santuario, la puerta principal (frontal) del atrio es
exclusivamente para salir, mientras que el acceso lateral es exclusivo para
entrar. Uno de los aspectos más sobresalientes en Tepalcingo es la cantidad de
referencias externas que uno encuentra en este lugar, estableciendo referencias
de este centro de culto con otros lugares distantes, como Iztapalapa,
Xochimilco y Milpa Alta. La portada del interior del santuario es puesta cada
año por un grupo de Iztapalapa, en el D.F., el cual tiene que ver con los organizadores
de la celebración del vía crucis en la capital.
En
la entrada al atrio (por la puerta lateral), se colocó –en el 2006- una portada
similar, proporcionada por Xochimilco, con la leyenda: “Señor de Tepalcingo
Xochimilco te venera”. Cabe señalar que los tres lugares mencionados de la
capital, cuentan con “demandas” del Señor de Tepalcingo, entre las cuales
resalta la de Milpa Alta ,
por el tamaño de su mayordomía. Evidentemente los encargados de estas demandas
llevan su imagen para que pase junto con el Señor de Tepalcingo “original” los
días de fiesta, y se reúnen en el presbiterio las imágenes de todos los demás
pueblos que tienen demandas, que no solamente comprenden Morelos, sino también
Estado de México, Puebla y Tlaxcala. Sin embargo es notoria una distinción
jerárquica entre las demás demandas y las tres provenientes de Iztapalapa[2], Milpa Alta y Xochimilco,
en ese orden de importancia.
Durante
el desarrollo de la fiesta, se pueden percibir anuncios de fiestas,
ofrecimientos y otras manifestaciones temporales, que se unen a otras ya
estables en el templo, que evidencian la importancia de este centro ritual para
poblaciones distantes. Como ejemplo, podemos mencionar los carteles de fiesta
de otras poblaciones que aprovechan la feria para anunciar su propia fiesta,
insertándola en este engranaje regional de celebraciones que ayuda a entretejer
una serie de relaciones sociales y económicas que se auspician bajo la figura
de los santos. Tal es el caso en el 2005 del cartel de la fiesta patronal en la
parroquia de Jesús Tepactepec, en Nativitas, Tlaxcala; y en el 2006, el anuncio
de la feria del cuarto viernes de cuaresma en Santa Ana Xalmimilulco, en el
municipio de Huejotzingo, Puebla. Estos son tan sólo ejemplos ilustrativos, no
exclusivos, muchas otras celebraciones de poblaciones tanto de Morelos, como de
México, Tlaxcala y Puebla, se anuncian en esta fiesta (Cfr. Gómez Arzapalo 2007).
En
este mismo sentido podemos mencionar los ofrecimientos que se le hacen como
regalo y petición al Señor de Tepalcingo, entre los cuales destacan los
nombramientos de mayordomos de otras localidades, que acuden a ofrecerlo al
Jesús Nazareno para pedir su ayuda y buen término en sus funciones como
mayordomo. Tal es el caso del mayordomo de la parroquia de San Miguel Arcángel
de Talixpan, Texcoco, en el estado de México.
Estos
ejemplos están unidos a una corta temporalidad, son con ocasión de la fiesta,
un ofrecimiento que después se quitará. Pero también hay manifestaciones más
duraderas, como la lápida que se encuentra al costado del santuario que
conmemora el centenario de la peregrinación de Huixcolotla, Puebla al santuario
de Tepalcingo con el Jesús Nazareno. Dentro de estas referencias merecen
mención aparte los estandartes de las diferentes peregrinaciones al Señor de
Chalma, los cuales ocupan un lugar bien establecido dentro del santuario y las
demás iglesias, ocupando nichos adornados con flores como si se tratara de una
imagen de bulto. En Tepalcingo hay dos en el santuario, una correspondiente a
la peregrinación a pie, y otro a la de ciclistas, ambas peregrinaciones son
anuales y cuentan con un cuerpo organizador, que sin llegar a constituirse como
mayordomía, organizan el evento de la peregrinación anual al Señor de Chalma,
en cuanto a la promoción, como en los gastos que genera. Los organizadores se
renuevan cada año, y si nadie pide la responsabilidad, continuan los mismos.
También en la iglesia de San Martín[3] hay un estandarte del Señor
de Chalma, que se usa para la peregrinación anual a pie.
Durante
el desarrollo de la fiesta del tercer viernes en Tepalcingo, fue posible
observar una marcada competencia entre los sacerdotes y los mayordomos. Tanto
en el interior del santuario, como en el atrio, se podía observar prácticamente
hombro con hombro, a sacerdotes y mayordomos realizando su actividad propia sin
hacer mucho caso de lo que la contraparte realizaba. Así, mientras en el atrio
resonaban cuatro enormes bocinas mediante las cuales los mayordomos invitaban a
pasar a saludar la milagrosa imagen del Señor de Tepalcingo, tres sacerdotes revestidos con sus
ornamentos, deambulaban entre la multitud con altavoces portátiles,
recordándoles a “los hermanos peregrinos” que lo más importante no es ni la
feria, ni saludar la imagen, ni llevarse una imagen bendita, sino los
sacramentos, por eso invitaban fervientemente a cualquiera que quisiera
confesarse a pasar con ellos, para luego entrar a la misa y comulgar. Si
alguien lo hizo, yo no lo ví, lo que sí resultaba evidente era la aglomeración
de personas que pacientemente esperaban más de una hora para poder pasar frente
al Jesús Nazareno y tocar el cristal frente a la imagen. Al mismo tiempo
que esto ocurría, se llevaban a cabo, en el mismo atrio, dos danzas, una de
concheros (provenientes de Texcoco) y otra de pastoras (del mismo Tepalcingo).
Quinto Viernes de Cuaresma: Mazatepec, Mor.
En Mazatepec, la
fiesta del quinto viernes se realiza en un cerro a las orillas de la población,
en el santuario del Cristo de Mazatepec, en la cima del mencionado cerro. Este
santuario se une por una calzada con el cementerio, dentro del cual está la
iglesia de la virgen de Guadalupe.
La
imagen que se venera en el santuario es una pintura de un Cristo crucificado
con la Virgen y San Juan al pie de la misma, clara referencia al episodio evangélico
de Jesús entregándole a su madre al discípulo amado.
La
pintura está plasmada directamente sobre la piedra. Algunas
personas refieren que esas imágenes de hombre y mujer, son esposos, un
mayordomo me indicó que eran una pareja de esposos que ayudaron al Cristo,
después de su aparición, a que se le construyera la iglesia, motivando y
movilizando a los habitantes de Mazatepec para hacerlo, y como recompensa, se
pintaron junto al Cristo.
El día de la fiesta, el quinto
viernes de cuaresma, el santuario se enflora y se coloca una portada con flores
y semillas en la entrada.
La fila para poder pasar detrás del cristo y persignarse
tocando el cristal que lo cubre es inmensa. A diferencia de otras ferias ya
descritas en este capítulo, la presencia del sacerdote es prácticamente
imperceptible, solamente llegó a decir misa y se retiró inmediatamente. Tampoco
se notaron intentos de catequesis, ni ninguna actividad coordinada desde la
parroquia que se adjuntara a la celebración popular.
La calzada que une
ambas iglesias se encuentra totalmente abigarrada de puestos, tanto de
mercancías, como de comida. En el interior de la iglesia de la virgen de
Guadalupe, se reúnen las imágenes que participarán en las representaciones de
Semana Santa: San Ramitos o Señor de los Ramos; la Dolorosa, la Verónica y la Cruz. La gente que
ingresa al templo, toca todas las imágenes y se persigna, teniendo un lugar
central la dolorosa, la cual está puesta al centro, justo frente al altar, y
siendo ante esta imagen ante quien más demoran rezando y platicando en voz
baja.
En
cuanto a las demandas del Señor de Mazatepec, se puede apuntar que acuden
muchas del estado de Morelos, desde Cuernavaca, Cuautla, Yautepec, Tetela del
volcán, Amayucan, etc. Entre tantas provenientes del mismo estado, destaca la
única encontrada no morelense, y provenía del D.F., de San Francisco Tlaltenco,
Tláhuac donde celebran al Cristo de Mazatepec cada año del 15 al 24 de marzo, y
que asisten en este quinto viernes a la feria, portando su imagen en una
pequeña vitrina, para que pasen los Cristos juntos los principales días de
fiesta, pues permanecen el fin de semana completo.
Semana
Santa en Tepalcingo
Tepalcingo tiene
una semana santa muy activa e interesante, más que otros lugares. Destaca la
forma de reunir las imágenes participantes de las representaciones de semana
santa a través de procesiones que van de iglesia a iglesia, luego el uso de las
imágenes en los días santos, y sus procesiones de regreso a sus lugares
ordinarios. Es muy importante también el traslado del Señor del Sacromonte a
Amecameca, donde permanece hasta el mes de junio, fecha en que los mayordomos
del Sacromonte se los regresan a Tepalcingo. La vastedad del repertorio de
santos, hace que sean muchas también las mayordomías que los cuidan, destacando
las de Jesús Nazareno (que se encargan de la Dolorosa, la Verónica, San Ramitos
y –por supuesto- el Jesús Nazareno o Señor de Tepalcingo), la de San Martín (que
se encargan del traslado de la cruz y el Santo Entierro), la del Sacromonte y la de Los Reyes (que se encarga
del Cristo de las Tres Caídas).
Lunes Santo: traslado del Señor del Sacromonte a
Amecameca
El lunes santo, en
la iglesia de San Martín, tiene lugar la celebración de despedida al Señor del
Sacromonte que será trasladado ese día a Amecameca, donde será recibido por los
mayordomos del Sacromonte y colocado en la iglesia del cerrito del mismo
nombre. La iglesia en sí no es adornada, salvo el lugar específico de la urna
del Sacromonte. Todas las bancas son apiladas en un rincón del templo, dejando
solamente tres hileras en línea con la pared lateral opuesta al lugar donde
está el santo en cuestión. Frente a la
urna del Sacromonte se coloca una mesa en donde se pone el ataúd de cristal
reservado para el traslado, allí se limpia cuidadosamente, de forma especial
los cristales. Después se colocan sábanas y cojines limpios en su interior y se
deja abierta la tapa.
Una vez que está lista la urna para
el traslado, se abre la urna donde está de ordinario el Sacromonte en la
iglesia de San Martín, esto es, pegado a la pared lateral izquierda en un nicho
empotrado en ella. Los mayordomos entonces limpian cuidadosamente el rostro del
Cristo, le quitan cuidadosamente sus ropas y le ponen nuevas, lo peinan y le
acomodan sus brazos y piernas. Todo esto se hace en la mañana, sin ninguna
prisa, con pausas, en silencio, o hablando en susurros. Ya que están listos
tanto la urna del traslado, como el Sacromonte aún dentro de su urna ordinaria,
permanecen un buen rato ambos ataúdes de cristal abiertos y parece haber un
breve receso, como contemplando lo hecho, comentando en voz baja lo bien que
quedó todo. Alrededor del medio día, se saca al Sacromonte de su nicho
estacionario, para pasarlo a la urna del traslado. Recordemos que es un Cristo
movible, así que insisto en la plasticidad de estas imágenes. Se carga
delicadamente al Cristo pasando un brazo debajo de la nuca y otro bajo las
corvas de las rodillas. Al trasladarlo de una urna a la otra parece tal cual
una persona desvanecida. Se coloca lentamente en la urna del traslado y se le
cubre desde los pies hasta el cuello con una sábana blanca, y “lo atrancan” con
muchas almohadas pequeñas y largas forradas de tela blanca, para que no se
mueva nada en su traslado.
Paralelamente, otros mayordomos y
sus ayudantes estaban preparando en la calle la camioneta que transportará la urna. Se lava y llena de
ramos de flores amarrados de los espejos, defensas, manijas y uniendo estos
ramos entre sí con cadenas de papel crepé de color blanco y rojo.
En el interior de la iglesia, ya que
está cerrada la urna del traslado, se sientan dos ángeles de madera, uno a los
pies y otro en la cabecera y se coloca una flor blanca de crisantemo en medio
de la tapa. Entonces
sí tiene lugar un rezo, dirigido por un rezandero. Se trata de una especie de
rosario, pues se rezan padrenuestros y avemarias, pero no se anuncian misterios
ni nada, simplemente se reza de continuo, todos respondiendo a lo que el
rezandero inicia. Esto se prolonga un poco más de una hora, después de lo cual,
entre cantos dirigidos por las mayoras se lleva la urna lentamente hasta la
camioneta, donde se asegura firmemente y salen en procesión motorizada,
encabezando la camioneta del Sacromonte, seguida por otras donde van los
mayordomos. Son alrededor de seis o siete camionetas, también adornadas con
flores y papel rojo y blanco, pero mucho menos que la que lleva la imagen.
El Señor del Sacromonte de
Tepalcingo será recibido en Amecameca, en la iglesia del cerrito por los
mayordomos del Sacromonte, y se coloca en la iglesia a un lado de donde está el
lugar del Sacromonte de Amecameca, pero recordemos que en esos momentos no está
allí, pues se encuentra abajo, en la parroquia y no regresará hasta la octava
del viernes santo. A partir de entonces sí podrán estar juntos, pues
permanecerá “de visita” hasta el mes de junio, alrededor de la tercera semana,
cuando los mayordomos del Sacromonte de Amecameca se los regresarán a los de
Tepalcingo. Evidentemente, la mayordomía que recibe a su homóloga, organiza una
recepción, comida, misa y borrachera, por lo que cada mayordomía cuando va a
visita, permanece dos o tres días en el lugar.
Martes Santo: procesión y reunión de las imágenes en
el santuario
El martes santo en
la noche se realiza una procesión que parte de la iglesia de San Martín hacia
la iglesia de Los Reyes, y de allí hacia el santuario del Jesús Nazareno de
Tepalcingo. La finalidad es reunir en el santuario las imágenes que
participarán en las celebraciones del jueves al domingo de semana santa. En la
iglesia de San Martín están la cruz y el santo entierro, en la iglesia de Los
Reyes está el Cristo de las Tres Caídas. Y finalmente en el santuario están San
Ramitos, el Jesús Nazareno o Señor de Tepalcingo, La Verónica y La Dolorosa.
Desde
aproximadamente las cinco de la tarde se reúnen en cada iglesia los mayordomos
encargados de las imágenes, y comienzan a prepararlas. En el templo se colocan
las bancas en largas hileras puestas a lo largo del templo, y no a lo ancho
como de ordinario. En medio del templo se colocan mesas y sobre ellas las
imágenes, para, primero limpiarlas cuidadosamente, y después cambiar sus
atuendos vistiendo a todas con color
púrpura (excepto a la cruz, que se le coloca una manta blanca). Después de preparar
las imágenes, un rezandero dirige algunos rezos que se prolongan por una media
hora, para después tener allí mismo, en el interior de la iglesia, un convivio
antes de salir en procesión, esto tendrá lugar cuando haya obscurecido
totalmente, alrededor de las ocho u ocho y media. Se sirve refresco a la gente
que ya ha empezado a reunirse y alguna botana, papas, frutas, pan de dulce, o
cualquier cosa para entretenerse mientras llega la hora. Esta espera es
alrededor de una hora u hora y media y la concurrencia se anima sentados
alrededor de las imágenes comiendo, bebiendo refresco o agua y platicando un
rato.
La iglesia de San Martín es la que
da inicio a la procesión, dirigiéndose a la iglesia de Los Reyes así que cuando
ya es tiempo de partir, los mayordomos disponen la siguiente formación: primero
la Santa Cruz
con su manta blanca, la cual es portada por un hombre con un cinturón de cuero.
La cruz es realmente pesada y el camino cuesta arriba, por lo que generalmente
no la carga la misma persona más de una calle. Enseguida de la cruz va el Santo
Entierro en su ataúd de cristal, cargado por nueve hombres, que continuamente
van siendo relevados. Detrás del santo entierro va el rezandero y las señoras
cantoras con su altavoz, después de ellas toda la gente con una vela encendida
en la mano. Tan
pronto como la procesión pone un pie fuera de la iglesia, se echan las campanas
al vuelo y seguirán repicando hasta que lleguen a la mitad del camino, lo cual
es muy fácil de observar, pues la distancia que separa ambas iglesias es
aproximadamente medio kilómetro en línea recta ascendente, por lo que, desde
una y otra, se observa a la perfección el avance de la procesión. Una vez
que llegan a la mitad del camino la iglesia de Los Reyes echa al vuelo sus
campanas y las de San Martín dejan de tocar. Al repique de San Martín le llaman
“avisar” que ya van los santos, y al repique de la iglesia de Los Reyes le
dicen “la respuesta” o “el recibimiento”.
Llegando a la iglesia de Los Reyes
la procesión que trae a la cruz y al Santo Entierro no entra, sino que se forma
en la calle que cruza, en dirección al santuario, y allí siguen rezando,
mientras en el interior de esta segunda iglesia, terminan el rezo al Cristo de
las Tres Caídas y la
Dolorosa. Cuando terminan su rezo, salen del templo con el
Cristo de las Tres Caídas. Tan pronto como llegan al pequeño atrio de esta
capilla, se detienen y le cubren el rostro a la imagen con una tela de color
blanco, para después incorporarse a la procesión estacionada que los espera
afuera. La gente abre paso a la imagen del Cristo de las Tres Caídas y la
Dolorosa, la cual se adelanta hasta formarse detrás del Santo Entierro. Una vez
en sus lugares se reinicia la procesión camino al Santuario. En el camino se va
nutriendo de toda la gente que se incorpora al pasar la hilera frente a sus
casas, de tal manera que al llegar al santuario, alrededor de las diez y media
de la noche, es una multitud considerable.
Al llegar al atrio del santuario, se
les da la bienvenida a los santos echando al vuelo las campanas y lanzando una
gran cantidad de cohetes durante varios minutos de manera ininterrumpida.
Entrando al santuario, donde ya están puestos frente al altar el Jesús Nazareno
en andas (el que se guarda en la sacristía), San Ramitos (un Jesús montado en
un burro con una palma en la mano), La Dolorosa y La Verónica, se colocan al
lado de éstos el resto de las imágenes e inmediatamente sacan de la sacristía
un florero para cada uno de ellos y una canasta para las limosnas de cada uno.
Se reza durante media hora y después un mayordomo del santuario recuerda de
viva voz las actividades más importantes a realizarse del jueves al domingo.
Después de esto, el santuario permanece abierto y una gran cantidad de personas
se acercan a tocar a todas o algunas de las imágenes, mientras rezan entre murmullos
frente a ellas. El templo permanece abierto hasta las tres de la mañana
aproximadamente.
Celebraciones de jueves, viernes y sábado santos
Las celebraciones
del jueves, viernes y sábado santos se realizan en el santuario, incluso el vía
crucis, aunque sale a recorrer algunas calles sale y regresa al santuario. No
se mezclan estas celebraciones con las ceremonias litúrgicas oficiadas por los
sacerdotes católicos del santuario, teniendo cada una su momento, y
aprovechando los curas los momentos en que está reunida la gente después de
alguno de los eventos organizados por los mayordomos.
El jueves santo se celebra la
prisión del Cristo de las Tres Caídas, no se representa ni la última cena ni el
prendimiento, directamente el Cristo movible que será utilizado al día
siguiente para el Vía Crucis, se instala en una prisión construida con varas,
ramas, palmas y adornada con muchas flores. Esto tiene lugar al atardecer, la
prisión se construye en el atrio fuera de la puerta lateral, frente a la sacristía. La gente
se aglomera alrededor de esta prisión, cuya parte frontal está cerrada por un
barandal que llega a la cintura de un hombre adulto. De manera esporádica se
organizan rezos, que terminan tan sorpresivamente como inician. Las personas se
aglomeran para tocar al santo y persignarse. El Cristo se encuentra vestido con
una túnica blanca.
Al día siguiente, viernes, alrededor
de las diez de la mañana se reúne la gente en el santuario para empezar el Vía
Crucis. Salen en andas, el Cristo de las Tres Caídas vestido ya con una túnica
morada, con un mecanismo de cuerdas para simular las caídas y levantadas, tal
cual lo describimos más arriba en el subtítulo dedicado a los Cristos movibles
en Atlatlauhcan, a su lado la Virgen Dolorosa y detrás de ellos el Señor de Tepalcingo
(el portátil). En cada lugar donde se establece una estación se coloca una mesa
con flores e imágenes de santos, la variedad de éstos queda a la iniciativa de
la familia que lo coloca.
Las últimas estaciones son en el
santuario, donde permanecen la cruz y el Santo Entierro. Cuando es el momento
de la crucifixión, le quitan la túnica al Cristo y lo amarran a la cruz, misma
que se levanta y fija en una base portátil de madera. Cuando viene el
desprendimiento, el Cristo de las Tres Caídas regresa al santuario y entra en
escena el Santo Entierro, el cual es llevado al interior del santuario, donde
permanece hasta adelante en una mesa llena de flores blancas y rodeado de velas
y veladoras. En este lugar permanece hasta el día siguiente –sábado-, hasta el
mediodía, cuando es retirado, y se reacomodan todas las imágenes de la misma
manera que estaban el martes santo y permanecen allí hasta el domingo, para la
procesión de regreso a sus lugares.
Despedida de las imágenes y regreso a sus iglesias
correspondientes
El domingo en la
tarde, cuando ya declina el sol y el calor, la gente se reúne en el santuario
para una misa que se conoce como misa de despedida, terminando el acto
litúrgico, se preparan las andas para el regreso de cada imagen a su lugar.
Sale del santuario una sola procesión encabezada por la cruz y seguida por el
Santo Entierro, el Cristo de las Tres Caídas, la Dolorosa, la Verónica, el
Jesús Nazareno en andas y San Ramitos, en ese orden. Recorren algunas calles
entre cánticos y rezos, explosiones de cohetes y las campanas del santuario al
vuelo. Después de un recorrido por algunas calles principales, ya no se trata de una sola procesión, sino de
tres, una que sale hacia la iglesia de Los Reyes con el Cristo de las Tres
Caídas; otra que regresa a la iglesia de San Martín con la Cruz y el Santo
Entierro y una tercera que retorna al santuario con el Jesús Nazareno en andas,
San Ramitos, La Verónica y La
Dolorosa. Cada mayordomía toma sus imágenes y regresan a sus
templos los santos, acompañados por las personas adscritas a cada iglesia. Una
vez en sus lugares, sin más preámbulos son regresados a sus lugares ordinarios,
donde al día siguiente, los mayordomos les cambiarán nuevamente la ropa.
Conclusión
Nuestra región de estudio la
hemos propuesto en base a un cuadrante imaginario cuyos límites quedarían
constituidos por los santuarios de Chalma y Amecameca, en el estado de México,
y los de Mazatepec y Tepalcingo, en Morelos. Dentro de este cuadrante hay
numerosas poblaciones que participan en una complicada red festiva en derredor
de los santos de cada pueblo, concentrándose de una manera especial estas
celebraciones en la cuaresma y semana santa. Las relaciones sociales, políticas
y económicas que se articulan junto con el aspecto religioso denotan una
especial forma de existencia social que implica cosmovisiones articuladas y
compartidas (Cfr. Broda 2001) entre
los diferentes pueblos campesinos que intervienen en este ciclo festivo.
La
vivencia concreta de religiosidad popular en estos pueblos, rebasa el ámbito
íntimo de tal o cual comunidad en particular, y se articula en un territorio
más amplio, i.e. regional, que
implica el consenso sobre ciertos principios básicos a nivel de ideas, y
también de ciertas instituciones populares, como las mayordomías, evidencian
una dinámica y vigorosa organización social que opera frente a los poderes
hegemónicos del Estado mexicano y de la Iglesia católica (Cfr. Báez Jorge 1998, 2000, 2006, 2011, 2013 a y b).
En una visión histórica, no pueden dejar de mencionarse
las incursiones y establecimiento que las órdenes mendicantes hicieron desde el
primer contacto, después de consumada la conquista. Muchos
de los lugares –como conventos, ermitas e iglesias- que se remontan a esas
fechas, siguen siendo lugares de culto católico, con una vivencia de
religiosidad popular que apunta a otras raíces lejanas a la ortodoxia oficial
de ésta Iglesia. Así mismo, no podemos dejar de lado el hecho, de que muchas de
estas iglesias del s. XVI se construyeron sobre antiguos lugares de culto
prehispánico, conservando una continuidad en la geografía sagrada, tal es el caso de Ocuilan, Atlatlauhcan, Chalma,
Mazatepec, Amecameca, Xochitlán, Jonacatepec, entre otros.
La preponderancia agustina en esta región es digna de
destacarse, pues recordemos que cada orden tenía su propia especificidad
catequética, siendo la de éstos agustinos, una enseñanza prioritariamente
cristocéntrica, lo cual resulta muy significativo si consideramos la
importancia que en la religiosidad de estos pueblos en la actualidad, tienen
los cristos –en sus más variadas advocaciones- y todas las festividades que
rodean a la Semana
Santa.
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[1] Tiempo atrás –según refieren los mayores-, la peregrinación era a pie
y estaba planeada una semana antes del inicio del compromiso de los mayordomos
de Amecameca, para que pudieran ir y regresar caminando, previendo llegar a
tiempo para ultimar detalles y estar listos para la celebración del miércoles
de ceniza. Ahora no hay nada establecido sobre ello, lo importante es ir y
prepararse en esa fecha en relación directa a la fiesta del primer viernes en
Amecameca, no importa si es a pie o en vehículos, la decisión sobre una u otra
forma depende de los mayordomos del Sacromonte, quienes organizan este evento.
[2] En relación a las fiestas de Semana Santa en Iztapalapa Cfr. Cruz Mejía 2011 a y b.
[3] Según refieren diferentes encargados entrevistados, la iglesia de San
Martín era antes la más importante de Tepalcingo, porque allí estaba el Jesús
Nazareno, y el santuario todavía no estaba. Pero cuando el santuario se llevó
la imagen, pues se convirtió en la principal iglesia del pueblo, no obstante,
San Martín no perdió toda su prominencia, pues queda allí la cruz y el santo
entierro a usarse en semana santa, además del Señor del Sacromonte que se va
cada año a Amecameca.