RELIGIOSIDAD POPULAR EN MEXICO


Las comunidades rurales de ascendencia indígena en México, son herederas de un importante bagaje cultural y religioso de originalidad mesoamericana. En su devenir histórico, a partir de la conquista y colonización, tuvieron que integrar muchos elementos novedosos provenientes de otros contextos culturales y religiosos. En ese proceso, dichas comunidades, lejos de acatar sumisamente los nuevos parámetros impuestos por el grupo hegemónico, activa y creativamente han reformulado y resignificado esos nuevos símbolos, de tal manera que el sincretismo resultante reúne en una nueva vivencia cultural las procedencias, tanto de uno como de otro lado.
Se trata de una forma de entender los fenómenos religiosos sincréticos en México, donde no se aniquila la diversidad inherente al proceso de conformación social de los diferentes rituales. En este sentido es la "Otra historia", la que se origina fuera del centro, lejos del púlpito, en la intimidad de los pueblos, barrios y colonias frente a la dureza de su vida particular y los avatares para abrirse paso en ella. En ese proceso, lo divino se materializa, necesariamente se encarna y se particulariza desde el horizonte cultural local. Esta aproximación implica una cierta apertura a pensar a Dios desde otros horizontes culturales, i.e., re-pensar lo divino desde otras coordenadas culturales.

jueves, 18 de septiembre de 2014

Algunas notas acerca de la intolerancia y el desprecio de la oficialidad eclesiástica por las manifestaciones religiosas populares

Notas previas acerca del dogmatismo

 
Cuando de la particularidad de un acontecimiento personal se salta a la universalidad de la salvación de todo hombre, hay una tergiversación de la realidad. La realidad -que es materialmente una- en el ámbito de las significaciones ya no se comparte entre el sagrado y el profano.
Desde el dogma y la doctrina la realidad se abstrae y pierde su sustrato material (por eso el dogmático no pisa el suelo y vive en su mundo). Arbitrariamente, el dogma se constituye en el punto nodal del universo, pero esa arbitrariedad se legitima míticamente, mientras el paso del tiempo acaba por borrar las diferentes procedencias de las ideas que coadyuvaron a su conformación inicial.
La doctrina es un principio ordenador de la vida, y como tal, dentro de sus funciones sociales, pueden manipularse el adormecimiento, manipulación y homologación de conciencias. Un principio ordenador cifrado como doctrina, no se cuestiona, no se critica, solamente se sigue. No es necesario entenderlo, sólo creerlo, hay una peculiar relación entre Razón y Fe, donde la segunda atenúa a la primera. Estas características son especialmente explotadas en una situación social en la que Dios y el César gobiernen juntos, sumándose a uno de varios peligros inherentes en la religión.
En el ámbito de la cultura, la religión pertenece a la dinámica de identificación-diferenciación, no sólo exógena, sino también endógena, colaborando así en los procesos de estratificación social y legitimación en base al acceso a la Verdad, la cercanía con el centro y la administración de esa Verdad, por lo tanto, con la cuestión del poder. El mundo queda así dividido a partir de sí mismo en una dicotomía: creyente-pagano; fiel-infiel. A partir de sí mismo, todo se divide en Bueno y Malo, y la membrana que divide ambos mundos es la mismidad. En esa membrana entran los calificativos frente a lo ajeno: ignorante, pagano, infiel, dependiendo de la permeabilidad de dicha membrana. La decisión alterna (del otro) no tiene cabida, pues en este esquema ni siquiera cabe la posibilidad de concebir a otro que sepa, conozca, "pruebe" y decida por un NO.

La cuestión religiosa popular vista por la instancia oficial

 
Un acercamiento meramente moralista y doctrinal a estos fenómenos religiosos populares deja en un nivel nulo la posibilidad de diálogo o encuentro con la diferencia.
Si las nuevas tendencias de visión pastoral eclesiástica rebasan las condenas o señalamientos estériles de antaño, deben ver más allá de los meros cultos, para penetrar o sondear los anhelos, expectativas, necesidades, miedos y luchas de esos sectores poblacionales que se refugian en esos cultos por razones histórico-materiales que tienen mucho que decir acerca de su realidad social desde las bases materiales reales y concretas que los condicionan. Esto no supone necesariamente  una aceptación incondicional sino un básico reconocimiento del otro con miras a un diálogo.
Negar sistemáticamente la presencia social pujante de los cultos populares, o bien, desvirtuarlos por considerarse con valor dogmático débil, sería completamente absurdo, dadas sus evidentes manifestaciones en la realidad social que florecen por doquier y se pueden constatar empíricamente. La negación de estos cultos, denigra y menosprecia a quien los practica, lo cual lleva a negar reiteradamente a esos sectores sociales que le dan vida y vigor y que se encuentran en el margen al que han sido orillados y desde el cual buscan cobijo, no encontrándolo -evidentemente- en propuestas centralizadas.
Más que tomar partido, se trata de generar una visión de inclusión de ambas realidades cultuales que denotan la presencia de más de un actor social. No es posible la comprensión unilateral de la historia, ni es así posible la comprensión unilateral de una sociedad plural.

Problemas inherentes al proselitismo religioso

 
El proselitismo religioso es un gran problema intercultural y de reconocimiento de la alteridad. Lleva implícitos serios problemas de respeto, tolerancia y aceptación de lo diferente y, por lo tanto, es muy proclive a desembocar en violencia.
Esto, más el cese o adormecimiento de la conciencia individual en pro de una conciencia de gremio o grupo privilegiado desde el Absoluto, lleva a una turba acéfala, emotivamente manipulada con facilidad y que se absorbe en el torrente apensante del rebaño. Así, la figura del pastor se vuelve particularmente peligrosa en potencia al conjuntar todas estas características del rebaño dirigido: amencia, adormecimiento de conciencia, impulso grupal emotivo, cese de la razón en favor de la fe.
En este sentido, cabe señalar que no solamente debe ser considerado el clero como guía, sino también los laicos empoderados por el clero (que pueden llegar incluso a ser más intolerantes y cerrados).
Desde una posición dogmática definitivamente se reduce la amplitud y diversidad inmensa de la vida a un coto cerrado muy estrecho y manipulable desde la doctrina y el dogma, resultando en individuos monocromáticos, monodialógicos y unitarios solipsistas que no podrán establecer un diálogo con lo diferente, allende a su Verdad, pues se considera que dicha verdad es tan evidente, que no hay manera de que alguien la oiga y no la crea, es una Verdad Absoluta que no negocia, ni dialoga, ni pretende comprender al otro. Es una totalidad que integra al otro en su ipseidad, no existe siquiera la posibilidad de otra forma de ser, el adepto, una vez convertido, se transforma, muta, entra en el único esquema posible de ser. Lo que el otro sea, no importa, tiene que ser reducido al nosotros de los elegidos.

A modo de conclusión

 
A través de las manifestaciones cultuales cifradas desde la religiosidad popular, podemos percibir lo que la gente de un lugar específico -desde su historia y su situación social concretas- piensa, cree, anhela, necesita materialmente, agradece, teme, etc. Es una ventana no al contenido dogmático expresado con racionalidad lógica ni teológica, sino a la realidad relacional de la gente con lo divino desde su propio horizonte de sentido.